viernes, 11 de marzo de 2011

Las sombras de la ciudad IV



 
IV


 De las dos chicas que entraron al almacén de los toros solo pude sacar a una. La otra,  Lucia,  la deje porque creí que no podía hacer nada por ella, pero en realidad seguía viva y aparentemente su estado físico era bueno. No tenía más que magulladuras y algúnos moratones, el problema era el daño psicológico y ahí es donde yo quería ayudar. 

No fue difícil encontrar su casa, estaba en las redes sociales y además la seguí una tarde que tenía libre. Vivía en un chalet en la zona de viviendas bastante lejos de mi casa, cosa que agradecí. Como no quería aparecer por allí muy tarde esa noche dije que me iba a dormir pronto y en cuanto apagaron las luces salí de nuevo con mi método habitual. Caminé ocultándome como siempre pero los viernes mi zona está tranquila y la gente se va pronto a dormir. Después de pasar a un grupo de chavales que volvían a casa del cine, por lo que les pude oír, llegué hasta la entrada del chalet. 

La construcción consistía en una pequeña parcela con un patio delantero y la entrada del garaje. El edificio conectaba directamente con los de los lados para ahorrar espacio asique no podía acceder desde atrás. Esas casas tienen dos pisos, el bajo y la primera planta, pero tan solo el piso superior estaba encendido y para mi fortuna la chica en cuestión se asomo por la ventana durante un instante, pero no me vio. 

Salté la primera verja y espere ver algún perro o alarma pero no oí nada. Una vez dentro escale la pared por el tubo de la canalización y apoyándome en las rejas de las ventanas. Al llegar a la ventana en de la chica me asome poco a poco y la vi sentada en el borde de la cama con todas las luces encendidas mirando al infinito. De pronto entró su padre y con aspavientos y gritos la ordenó apagar la luz e irse a dormir. 

Aunque no la veía sabía que no había hecho más que apagar la luz asique aproveché e hice algunos ruidos para que se acercará a la ventana, se levantó y al asomarse vio como una figura negra pendía de la canalización de su casa. Evidentemente se asusto y salió corriendo a encender la luz. Entonces se dio cuenta de quien era y por extraño que parezca se tranquilizó e incluso me pareció ver una leve sonrisa en su cara. 

Abrió la ventana y se echó atrás para dejarme espacio, entré y me puse de pie de espaldas a la ventana. Se acercó a mí y antes de que reaccionara me soltó una guantazo con todas sus fuerzas.
-Me dejaste tirada.-Dijo entre lágrimas.
-Cre...Creía que no había nada que hacer por…- Dije susurrando y con mi voz
-Ni siquiera lo comprobaste. ¿Y si hubiera necesitado algo urgente como el boca a boca o algo así?.-se ruborizó.
-Lo…lo siento yo...Por eso estoy aquí, necesitaba pedirte perdón y asegurarme de que estas bien.
Se dio la vuelta y se sentó en la cama.
-Estoy bien pero aun veo la cara de loco de ese tío y el dolor me vuelve…
Se puso a llorar, me acerqué y la pasé el brazo por encima sentándome a su lado.
-Pagará.
-¿Le vas a matar?
-No, pero le atraparé.
-Quiero que le mates.
Le miré fijamente y se encogió de nuevo
-Estoy seguro de que el también quería matarte  a ti  pero no lo hizo, se lo daremos como agradecimiento por no hacerlo.
Me levanté y fui a salir por la ventana pero antes de llegar me agarró la mano.
-¿Cuándo te volveré a ver?
-Así de cerca. Nunca
-Entonces puedo hacerte un par de preguntas antes.
Por un momento lo dudé. ¿Qué quería exactamente saber de mi? Tendría que responder con precaución.
-Dispara.
-Seguro que a quién eres no responderás, pero ¿Cuántos años tienes?
-¿Crees que te voy a dar pistas sobre quien hay debajo?
-¿Por qué no?
- Porque yo soy yo, yo soy esta mascara, el de debajo no podría haber hecho esto nunca. Soy un símbolo y un símbolo no tiene edad.
-Y ¿qué eres como símbolo?
-No lo sé, aun no lo he pensado.
Se rió.
-¿Qué te hace tanta gracia?
-Que eres un símbolo sin símbolo, Yo he estado pensando y creo que te pega “La sombra”.
-¿La sombra?
-Si lo oí de…
Los pasos del padre resonaban en el pasillo asique corrí a la ventana,salté, caí al suelo y rodé, pero de fondo oí la voz de la chica preguntando cuando iba a volver. Me giré y no respondí, pero volvería a verla tarde o temprano. No sabía por que pero necesitaba verla. Salté la verja y corrí calle abajo. 

Volví cerca de la frontera con “los Toros” para vigilar un poco el movimiento de esa noche. 

 Las calles estaban más tranquilas de lo habitual y no sabía por qué. Pero siempre hay algo que hacer.

 Un coche de policía pasó a toda prisa por la carretera dirección norte, corrí detrás de ellos y llegué poco después de ellos casi sin respiración, pero al llegar vi que había algo que me requería urgentemente.

En uno de los edificios antiguos “okupados” se habían asediado unos hombres con armas y disparaban de vez en cuando por la ventana, o salían con un rehén y lo apuntaban. No parecía que tuvieran un plan, creo que simplemente decidieron divertirse y se les fue de las manos. Pensé como entrar, de frente evidentemente no, por escalando el frontal tardaría demasiado, entonces salió uno de los hombres a la ventana y gritó.
-Me da igual que todos estén acojonados por el hijoputa loco de negro, yo no le tengo miedo y quiero que le traigáis para que me le cargue.

Parecía que por fin me tomaban en serio y ahora tenía que demostrar de lo que era capaz.

La poli había puesto focos a los pies del edificio alumbraban las ventanas del edificio. En el suelo en la entrada había una fogata muy grande que alcanzaba el primer piso de altura y no parecía que fuera a apgarse pronto. Mi única opción era difícil pero no tenía otra. Debía subír al edificio de al lado que tenía la misma altura que el okupado. Me escabullí entre los coches y entre al portal que estaba abierto, subí corriendo al último piso y subí a la azotea por una pequeña escalerilla que daba a una trampilla. La abrí y vi un guardia que vigilaba los edificios. Aproveche un ruido en la parte delantera para acercarme por detrás, pasar mi brazo derecho bajo el suyo, y usé mi cadera para pasarlo por encima de mi y tirarle al suelo de espaldas. En el suelo le remate de un puñetazo en el estomago y descrgué su arma tirando el cargador por la parte trasera del edificio. Aquí venía la parte difícil, Entrar.

Pensé en la trampilla pero las voces del secuestrador me hicieron cambiar de plan. Decía que iba a contar hasta 30 y si “el chalado de negro” no aparecía le volaba los sesos al rehén, un joven de 20 tantos un poco fumado que seguramente viviría ahí. 

Se asomaba en el último piso, un tercero, cogí mi cuerda y con un disco lo até a la trampilla que pasaba justo por encima de esa habitación. Me coloqué con la cuerda estilo rapel y me lo pasé tras la espalda saque al cuerda suficiente y me coloqué en el borde pero sin salir de la cornisa. Entonces contaba 15, 14, 13, 12, 11,.. Y oí el sonido del percutor de su revólver, no lo pensé y salte con todas mis fuerzas hacía atrás.

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