viernes, 25 de febrero de 2011

Las sombras de la ciudad II



II

Pocas horas después de acostarme sonó el despertador, lo apagué y me levanté para arreglarme. Al frotarme la cara nota un dolor en el ojo, corrí al espejo del baño y vi el ojo morado causado por el golpe de la noche anterior. Hurgué en los potingues de mi madre y me tapé la herida como pude. Tuve que buscarme una escusa para tanto golpe y arañazo si empezaba a traer “heridas de guerra”. 

Mientras desayunaba en la cocina puse la tele y comencé a hacer zapping de canal en canal buscando algo que ver. Una palabra y una imagen me hizo parar de golpe y casi atragantarme con la tostada. Una tienda de alimentación china donde a duras penas el dueño hablaba alguna palabra suelta de español con poca o nada coherencia. Dijo algo así como “ El hombre negro entra tienda como sombra, luego explota luz y pam (hizo un gesto de golpe en la cabeza) luego sale corriendo y cae al suelo. El otro hombre apunta pistola a la cabeza, mira a otro lado y le quitan pistola. Luego entra y dice con voz dura, usa esto para ventana, llama a la policía y di que me has…( se queda en blanco y el reportero le ayuda diciendo “ visto?”) si visto, ahora la ciudad mía”.
El reportero comenta lo que habían encontrado en la tienda, un disco de chapa hecho a mano con puntas metálicas pero sin filo y el video de seguridad, mierda la cámara, no pensé en eso, error fatal no pueden pillarme con cosas de novato. En el video apenas se me ve por la oscuridad y por la mala calidad de la cámara, el reportero decía que investigarían el video, no encontraron nada, y los discos, los trabaje con guantes y habían viajado tanto que dudo que supieran de donde era la chapa.

La respuesta de los medios no tardó en aparecer, salían los periodistas de turno diciendo que formaba parte de un grupo terrorista de élite de alguna república europea, que era un chiflado con traje y por suerte los periodistas de verdad me ponían altísimo, casi como un nuevo líder político y que necesitamos más gente como yo, aunque eso no salió bien.

La pandilla a la que pertenecían los tres matones estaba bastante cabreada, normal un único hombre contra tres y con pistola, hasta yo me cabrearía, pero lo peor fue el número de imitadores que intentaron seguir mi ejemplo. El problema fue que no estaban ni la mitad de preparados, ni tuvieron la suerte que yo, cada uno de esos chicos me pesa en la conciencia como si yo mismo les hubiera empujado a buscar e intentar pegar a esos grupos de matones. 

Decidí entonces que debía volverme más eficaz, mejores armas y mejor equipamiento.
En un par de noches tuve preparado los prototipos funcionales. Primero bombas de humo, receta casera con mecha rápida y en la punta una cabeza de cerilla, además en el cinturón puse unas cuantas bandas de cajas de cerillas para prenderlas rápidamente, las guardé en una bolsa de tela recubierta de plástico por dentro para evitar que la humedad o la lluvia las estropeara y las tiras de las cerillas iban tapadas con un trozo de tela que se levantaba por abajo por el mismo motivo. 

Pensando en mi protección diseñe casi una armadura completa pero por presupuesto y tiempo hice las partes esenciales, antebrazos, hombros, rodillas y espinillas, además incluí unos nudillos metálicos y placas de plancha en el dorso de la mano para protegerla. Todo ello en el interior del traje y con acolchado para no hacerme daño.
Cuando me coloqué todo el equipo vi que pesaba más de lo que esperaba pero no me molestaba en absoluto y podía moverme libremente amén de que me daba miedo a mi mismo verme tan grande, sería como si un piano les cayera encima.

Recuerdo que esa noche salí antes que la última vez, debía ser la 1 aproximadamente, no mire el reloj. No me preocupe por la gente ya que el tiempo no acompañaba, hacía frío, casi 0 grados y había nubes bajas pero no muy densas con lo que todo adquiría un extraño toque macabro y siniestro. 

Mi misión de ese día era asustar un poco a la panda que ha estado “encargándose” de mis imitadores, así que me dirigí al norte, cerca de mi antiguo instituto, allí hay un edificio abandonado que ellos mismos remodelaron y lo ocuparon para tener su centro de operaciones, por llamarlo de alguna manera, en realidad fumaban hierva y cosas peores y según oí hacían los rituales de iniciación, aunque no sé en qué consistían.
No necesité reconocer el terreno pues ya me lo sabía de memoria, había pasado por ese parque que estaba en la zona trasera y miles de veces y por la calle con verjas del aparte de delante otras tantas, tiene muros no muy altos pero con cristales pegados a modo de alambre de espino y por desgracia las ventanas más accesibles están enrejadas.  

De camino a me cruce con dos chicas que casi me ven, tendrían 16 años. La rubia y alta guiaba el ritmo, andaba segura y confiada, en cambio detrás de ella siguiendo el ritmo casi corriendo iba una morena de pelo corto y un poco más bajita que la otra. Corría detrás de ella y no paraba de mirar a un lado y a otro.
Las esquivé y me cole por un parque que estaba entre varios edificios, peligroso, pero era más rápido y así evitaba a las chicas.
Llegue al parque a tiempo para que una pareja que “intimaba acabaran y se fueran por el lado opuesto a donde yo estaba. A mi izquierda estaba el edificio, tal y como lo recordaba, escale por una de las vigas que sobresalían casi un metro y medio de la pared. Estaba en el primer piso, subí por la reja de una ventana y llegué al tejado, para mi alegre sorpresa una salida de aire de dimensiones considerables reinaba en el centro. Tenía forma de casa, base cuadrada y una pirámide de metal encima con rejillas en cada lado. Arranqué una a una todo un lateral con sumo cuidado y sigilo, y pude asomarme al fondo del edificio.

Daba a la planta baja debía ser el antiguo emplazamiento de las maquinas, ahora era como un altar, en el centro desde una tarima de madera un hombre de unos 30 años hablaba al grupo de gente que lo rodeaba mientras una chica estaba tirada en el suelo casi desnuda y sangrando. Reconocí esa melena rubia la había visto hace poco ese día.
La ira en mi interior crecía, me daban ganas de caer sobre ese tipo, con suerte mi peso mas el de las nuevas piezas quebraría su columna vertebral y le partiría el cuello. Me dominé, respire una bocanada del gélido aire de fuera y volví a centrarme en lo que pasaba.

Se llevaban a la joven a rastras como un perro, y unos gritos sobresalieron entre el murmullo de gente. La amiga había visto el cuerpo de la joven y sabía que ahora le tocaba a ella. La arrastraron al entro y la colocaron en la tarima, encerrada por la gente que se agrupaba al rededor. 

De pronto se abrió un pasillo entre la gente y apareció un tío enorme, un mastodonte de casi 150 kilos, musculado y vestido con un calzón de boxeo negro, la gente gritaba al unísono “toro”. No sabía que iba a pasar exactamente pero me temía una paliza seria. Había que actuar. Saltar era peligroso, me partiría una pierna si no las dos y no había nada a lo que agarrarme. Vamos a estrenar el equipo nuevo. 

Saque mi cuerda, que esperaba por Dios que aguantará mi peso, hice un nudo en las rejas y me lo até en el cinturón con un mosquetón para hacer rapel como los equipos de elite de policía y ejercito. Saque tres bombas de humo, respiré, las prendí y cayeron justo al rededor del “toro”. El humo se extendió sumamente rápido y la gente empezó a gritar y correr hacia la salida, pero el toro se quedó quieto esperando ver qué pasaba. Me deje caer lo más rápido y seguro que podía. Caí tras el toro, cubierto por completo por la densa nube de humo gris que tapaba cas metros de alto y casi la mitad de la sala de área. Estrene mis guantes en su cabeza, un éxito. La sala se vacío de gente a excepción de los guardias del cabecilla que tenía a mi espalda. La nube se desvaneció y ubiqué a todos los enemigos, incluido al jefe que se cayó de culo al verme aparecer de la nada. Sus guardias me apuntaron con sus pistolas, 9 milímetros. A esa distancia, sin cobertura y sobre la tarima, era imposible salir vivo. De nuevo la muerte vino a buscarme por mi exceso de confianza, debí pensar en ellos, en las armas y un plan de huida mejor, otro error que sumar a la larga lista de los que había cometido ya.
Vi mi única posibilidad, lanzarme a por el jefe y usarle de escudo, pero estaba tirado en el suelo paralizado. No tenía elección. Fui a colocar los pies para lanzarme pero un sonido nos devolvió a todos al mundo real.

3 comentarios:

  1. ¬¬... jooo... era un sueño... ¬¬ yo que me había emocionado leyendo... esto no se hace, eh!?

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  2. que no es un sueño, significa que sale de su ensimismamiento de pensar cosas

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  3. A ver si lo entiendo... El chico estaba a punto te tirarse contra el lider cuando un golpe distrae su concentración. pero todo lo sucedido es real ¿No?
    o eso o que el chico se estaba montando en la cabeza una película de la hostia a raiz de su reciente éxito en la tienda.

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